Frank Chamizo debió sortear disímiles obstáculos para arribar a París y tener la opción de competir en los actuales Juegos Olímpicos. El cubano nacionalizado italiano estuvo al borde de quedar en casa, pero se hizo justicia después de comprobarse todo lo que rodeó su derrota en el certamen clasificatorio.
El camino a París: injusticias y perseverancia
En Bakú, capital de Azerbaiyán, el luchador hizo lo necesario para ganar… y aun así perdió. Una “mano negra” había hecho el trabajo sucio. Ante los ojos del mundo, el nacido en Matanzas denunció que le ofrecieron 300 mil dólares para dejarse vencer y que como no aceptó, la otra opción fue comprar a los jueces. Y los jueces… picaron. Para su suerte, la verdad salió a la luz y logró la meta de pelear próximamente en los 74 kilogramos del estilo libre.
Doble rey universal en 2015 y 2017, el cubano intentará mejorar el bronce que logró en Río de Janeiro 2016, aunque ya no mantiene la velocidad de antaño y otros competidores cargan el cartel de favoritos. Empero, la historia de Chamizo es digna de elogios. Siendo un adolescente brilló como miembro del equipo nacional de Cuba y luego aumentó sus resultados tras emigrar en 2011.
De hecho, devolvió a Italia a lo más alto del podio mundial de la lucha, algo que no lograba desde 1980, como recordó la revista El Estornudo. A sus 33 años, tendrá una nueva oportunidad de brillar en el contexto olímpico. Probablemente no estará en Los Ángeles 2028, así que su debut este 9 de agosto debe aprovecharlo al máximo.
Younes Emami será su oponente, la primera piedra en el camino. Un gladiador nacido en Irán, potencia en esta disciplina, lo cual dicta claramente la calidad que posee. Sin embargo, Frank Chamizo pertenece a la estirpe de deportistas que nunca se da por vencido e integra el grupo de deportistas cubanos bajo otras banderas en París 2024.