Contra tirios y troyanos ante los ojos del mundo, el luchador cubano Mijaín López acrecentó este martes su leyenda y venció a su compatriota Yasmani Acosta (6-0), representante de Chile, para convertirse en pentacampeón olímpico en una final histórica en los 130 kilogramos del estilo greco de París 2024.
Con el empuje de las miles de personas que abarrotaron el Champ de Mars Arena, el “Gigante de Herradura” extendió su dominio en la división superpesada y demostró que, a pesar de sus 41 años, todavía carga la resistencia y los deseos de un juvenil, además de esas dosis extra que brinda la experiencia alcanzada en cientos de batallas sobre los colchones.
Dicho esto, se entiende que sea catalogado el “GOAT” (el mejor de siempre) de la lucha, con otros cinco títulos universales y cuatro en lides multideportivas a nivel continental. El triunfo representó el primer oro de la isla en la actual justa bajo los cinco aros.
Un legado imbatible
Cuenta la historia que su única derrota en los Juegos Olímpicos aconteció el lejano 24 de agosto de 2004 versus el ruso Kashan Baroev. Después llegaron solo sonrisas y bailes en Beijing 2008, Londres 2012, Río de Janeiro 2016 y Tokio 2020. Insuperable.
Sin miedo a comentarios, podemos decir que Mijaín es uno de los mejores deportistas de la historia. Los resultados avalan la afirmación. Un hombre que llegó a Francia sin pelear desde el 2021 y siempre pareció que el esfuerzo estaba de paseo cerca de la Torre Eiffel. Intratable.
Las palmas también para Acosta, un luchador formado en la isla que decidió emigrar en 2015, justo en busca de mayores oportunidades al tener a López en la misma división. Tras casi dos lustros a la caza de un gran resultado, acaba de obtenerlo en la capital de Francia.
Con el oro de López, Cuba escala hasta el escaño 35 de la tabla general de posiciones, lejos —muy lejos— todavía de los pronósticos de las autoridades deportivas de la isla caribeña.